martes, 30 de diciembre de 2008

reflejos en el cristal

Una viejita de zapatos de tacón color naranja se sienta a un lado. Lleva un postizo en el pelo, blanco como éste, que le da una imagen un tanto macabra. Nunca antes había visto a una anciana con tanto pelo. El postizo es un moño, hasta ahí todo normal, pero además de él salen trencitas, como las adolescentes, en todas direcciones. A diferencia de esas jóvenes de moda, en la mujer son canas, de color blanco amarillento, muy natural, eso sí, pero le dan un toque algo sórdido. Más aún si le vemos de frente, con sus gafas grandes y redondas, de gruesos cristales, primero de sol pero luego las sustituye por unas de lectura, cuando ya está sentada en el autobús. Las gafas parecen recordarme a una abuelita de pueblo, de esas que van cubiertas todo de negro en señal de duelo vital, con faldón, chaquetilla y pañuelo en el pelo. Pero esta mujer no guarda duelo, ni se esconde en el negro. Lleva una gruesa capa de maquillaje, que sobre su arrugadísima piel cobra un color y genera un volumen un tanto raros. La mujer se siente orgullosa, y se mira en el espejito de su móvil última generación, más moderno que el mío. Yo no puedo parar de mirarla, y caigo en que quizá sea por el enorme abrigo de pieles que cubre su cuerpo menudo. Es de una piel castaña, oscura, de pelo bastante largo. Bajo el abrigo viste pantalones negros, que junto a los citados zapatos asalmonados, le dan un aire de ninguna época y de todas a la vez. Todas las que ha vivido, pienso. Parece un museo andante, que haya ido acumulando recuerdos de aquí y de allá, pero en lugar de obras de arte lo que carga son misterios de otros días en que las arrugas y el pelo cano parecía que no habrían de llegar.





A Rush of Blood to the Head ha empezado a sonar en mis oídos mientras me entretenía mirando a la anciana. La músia tiene un efecto sedante, y de mi inicial desgana que llevo arrastrando toda la tarde, he pasado a una repentina alegría. Una sonrisa se ha instalado en mis labios, e incluso mis ojos, que al principio miraban a la mujer con estupefacción, ahora le echan una mirada tierna. Embebida en la melodía me fijo en otras dos mujeres que charlan a mi lado. En una de ellas, en realidad. Me atrae por su forma de moverse. Es una mujer madura, pero aún muy bella, de ojos claros y cabello moreno, que lleva corto. Tiene la piel muy blanca, a lo mejor es extranjera, pero no oigo sus palabras por culpa de la música. No importa lo que diga, lo que me gusta es como mueve la cabeza cuando habla, como si ella también estuviese escuchando la música. Hay algo de coquetería en su movimiento, la barbilla alta, la frente un poco hacia atrás. Mueve suavemente el cuello, y cuando habla mantiene una sonrisa suave en la boca.


He said Im gonna buy this place and see it go
Stand here beside me baby watch the orange glow
Somell laugh and some just sit and cry
But you just sit down there and you wonder why
So Im gonna buy a gun and start a war
If you can tell me something worth fighting for
Im gonna buy this place, thats what I said
Blame it upon a rush of blood to the head

(Coldplay)



2 comentarios:

Milhaud dijo...

En realidad muchas veces nos sorprenden otros, porque no somos capaz de comprender toda su historia hasta que han llegado a ese punto.

Muchas veces he pensado que otros nos mirarán con estupefación cuando vean como somos preguntándose cómo hemos llegado hasta aquí... pero a nosotros eso nunca nos sorprenderá, porque conocemos nuestra historia.

Gran tema ;)

Angeles Hernandez dijo...
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