miércoles, 27 de mayo de 2009

el placer de estar suspendido


Esto de tener tanto tiempo da para pensar, pero en vez de eso, puesto que cualquier cosa a la que estemos obligados nos apesta un poco (el tiempo libre no lo es cuando no hay tiempo ocupado), yo me estoy dedicando a llenar horas y horas de sin-quehaceres.

Para eso es fantástico internet. No recuerdo qué hacía antes de que lo conociera, me pasa lo mismo que con el móvil. Ahora paso todo mi tiempo dentro de casa entre cocinar, limpiar, jugar con el gato y descargarme entretenimientos varios. Me estoy poniendo al día con todas esas series de las que tanto he oído hablar, y que siempre he rehusado empezar a ver por miedo a engancharme. Pues bien: ahora me vicio a la que sea y puedo pasar todo el santo día viéndola. En el hipotético caso de que me llamen para trabajar en algún sitio de este parado país va a ser un duro golpe.

Me gustan especialmente esas series que se exceden tanto con las excentricidades del guión que se convierten en adictivas: como el "tomaco" de Homer, aunque sabes que es algo malo, quieres más y más. Hablo de Perdidos, de la que soy seguidora desde su segunda temporada (y cada vez me deja con la boca más abierta de las vueltas incoherentes que da la historia) y ahora de Heroes, que después de rechazar durante largos años, ahora me acompaña en mis bochornosas mañanas, tardes y noches de Madrid (no os imaginais el calor que hace en este piso). Sencillamente ¡me encanta!

Como esas ya las conocéis todos, recomiendo algo que a lo mejor se os ha escapado: Ponyo en el Acantilado. Es la mejor película de Hayao Miyazaki y un perfecto antídoto contra cualquier tipo de depresión. Sobre todo efectiva con la causada por la carencia de objetivos a corto y medio plazo. ¡Dejaos llevar por la niña-pez!

Ah, la foto no tiene nada que ver con esta entrada. Es de mis plantitas, que por fin he salvado y crecen a la fresca en su pecera. He dado varias vueltas a Madrid y no encuentro un pez que las acompañe.

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